Meditación
de Luna Llena
LA LUNA DE LAS BENDICIONES
Introducción
Bienvenidos a este nuevo encuentro,
una reunión para fortalecer los lazos con Gaia y fluir en las energías
planetarias, esta vez en esta bendita Luna, la que se conoce como la Luna de las
Bendiciones, cuando se disfruta y agradece la fortuna de la energía de la madre
tierra, para prepararla para las primeras cosechas. Es el momento de sanear la
tierra del hogar, de revisar para deshacernos de lo que no nos servirá de ahora
en adelante, con el objetivo de crear una base sólida en la que sustentaremos
la riqueza del hogar. La tierra se prepara con alegría, con todos los elementos
propios de las antiguas sabidurías, que nos dicen que una tierra vacía, no es
fértil. Por ello es necesario poner el alma misma en la preparación de esas
bases que van a representar nuestra riqueza para el resto del año. Poner el
alma en el hogar y sentir la necesidad de salir más allá, con el alma a flor de
piel y llevarnos con nosotros todo lo que somos, así como todo lo que sabemos
hacer. Si en nuestro hogar creamos bases sólidas, sabremos que más allá de él
no hay peligros, no hay quien nos pueda arrebatar lo que es nuestro, lo que hay
son oportunidades para que a través de lo mejor que sabemos hacer, sentirnos útiles,
capaces y generosos. Un hogar vacío de alma, es un hogar precario, vulnerable a
energías no bienvenidas, en cambio un hogar bendecido, conectado con la madre
tierra y toda su abundancia, es un hogar divino, enérgico, lleno de
posibilidades, que sabe que cuando se aventura más allá de la puerta de su
casa, regresará con más abundancia si cabe. Para que esto ocurra, tiene que
haberse imbuido de generosidad, de la misma con la que la madre nos bendice a
todos los habitantes del planeta, solamente desde esta sinergia, el hogar
vibrará, del mismo modo que hacemos vibrar el hogar de todos, no hay ni habrá diferencias.
Crear una bases sólidas en el
hogar, representa que todos sus miembros son seres libres, que se expresan con
libertad y que desde esa libertad, conviven, aportando lo mejor de ellos
mismos, sin más severos juicios, ni más restricciones por temor a que la
abundancia se vaya a acabar.
Es el momento de bendecir tu hogar
y a todos sus miembros y vivir en amor y paz.
Bienvenidos a la Luna de las
bendiciones!!!
(pausa)
Comenzamos…
Nos colocamos en nuestro espacio sagrado…
Cerramos los ojos…
Relajamos el cuerpo, comenzando por
las extremidades, tronco y cabeza…
Respiramos profundamente… tomando
conciencia del viaje interior que vamos a iniciar…
Nos conectamos con nuestro ritmo de
respiración… y nos armonizamos con él… sintiendo como con cada inspiración el
aire penetra en todas nuestras células…
Y con cada exhalación liberamos
toda la energía estancada de nuestro cuerpo…
Nos tomamos nuestro tiempo,
respirando rítmicamente…
(pequeña pausa)
Está atardeciendo, la todavía
poderosa luz del sol, nos recuerda que los días son largos y que podemos
disfrutar de estos momentos con nuestra familia. Visualizamos el camino que nos
conduce hasta nuestro hogar. Se trata de un sendero simbólico, proyectado desde
la profundidad de nuestra alma. Observamos los alrededores del camino, en qué
paisaje nos encontramos, si la naturaleza que nos rodea, nos recuerda a algo.
Respiramos profundamente los aromas que podemos captar. Es posible que huela a
hierbas, a flores o incluso a algún plato cocinado que nos evoque el pasado. Nos
deleitamos con la belleza de este camino que nos conduce a nuestra casa
espiritual.
Decidimos detenernos para sentarnos
sobre el terreno, lo hacemos bajo la sombra de un bello sicomoro. Se trata de
un árbol centenario que siempre nos ha acompañado, dando cobijo a nuestra gran
alma, cada vez que se ha sentido consternada por las circunstancias. Nos
abrazamos a su tronco y bendecimos su presencia, sus horas de paciencia y la
sonrisa con la que siempre nos recibió. El sicomoro se siente tan agradecido
que sin esperarlo nos responde al oído con palabras de puro amor:
-
Sariem akai porei esan, vine kori
ena nai – Soy quien soy,
por mi interior fluye la energía que de la tierra recibí. Vinerim eka orinai der iven aneum sen akai enar orim veka saim eka saim
eka, saim sorior ami eran gonar paladur astadi dan esen – por mi falda
descendió un manantial de amor que nadie como tú supo conocer, bendito seas
bendito seas, bendita tu alma que cruza por esta mágica vereda y se detiene a
mí vera.
-
Venaei akai era sorior enai sen
saim eka saim eka – yo
os venero por abrazar mis cuerpos bendito seas bendito seas – le contesto al
sicomoro, quien agita su copa vibrante por esta unión imperecedera.
Tal y como nos comunicamos de alma
a alma, la copa del sicomoro comienza a vibrar. Vibramos con él. Mientras eso
sucede, observamos cómo se acercan a nosotros, atraídas por la vibración un
grupo de diminutas ardillas, que quieren compartir con nosotros ese entrañable
encuentro. Con ellas traen su habitual alegría, trepan por las ramas, se
acercan a nosotros para que juguemos, jugamos. Las ardillas nos recuerdan que
los esfuerzos tienen su recompensa y que es nuestra obligación, tener momentos
de diversión. Nunca nada es perdido, pues los frutos que ellas entierran de
forma preventiva para saber que siempre tendrán comida, si luego no los encuentran, acaban
brotando y de ellos naciendo un nuevo árbol, es decir que nunca se pierden
oportunidades en la vida para tomar rumbos que nos conduzcan hacia el éxito de
nuestro camino.
Nos quedamos sentados contra el
tronco del sicomoro, respirando, sonriendo, vibrando por todo, pues todo lo que
hemos hecho se convierte en nuestros éxitos, no lo dudamos, sonreímos
bendecidos y respiramos profundamente…
(pausa)
Desde donde nos encontramos,
podemos divisar nuestro hogar. Caminamos hacia él, observando su entorno, su
espacio exterior, si está bien cuidado o no. Llegamos a la casa, a nuestra casa
espiritual. Percibimos su belleza, el material con el que está hecha, el color
de su fachada, si es de piedra, de tierra, de ladrillo, de adobe o de paja. Si
está con bellos dibujos pintada o es lisa, blanca o dorada. Nos fijamos en
todos los detalles mientras seguimos caminando alrededor de toda la casa,
buscando si tiene porche o terraza, si es austera o está decorada, si hay
flores o vegetación silvestre.
Cuando le hayamos dado toda la
vuelta, regresamos a la entrada. Es nuestra casa, sólo tenemos que empujar la
puerta y entrar en ella.
Sentimos si nos complace entrar, o
bien si nos turba, o si lo estamos deseando, o si hay un ápice de rechazo.
Sentimos profundamente este instante, antes de penetrar, pues tal cual
sintamos, así de conectados estaremos a nuestro hogar espiritual.
Respiramos profundamente ante la
entrada y empujamos la puerta con la actitud que nos ha llegado, sin cuestionar
nada, solamente sintiendo.
Lo primero que percibimos es la luz
del interior, si es clara y diáfana, si está en penumbra, si es oscura o si
deslumbra. Lo primero con lo que nos encontramos es con un fuego sagrado.
Observamos las llamas, si está ardiendo con ganas, nos dirigimos a su calor y
nos damos cuenta que se trata de un fuego hermoso, de color púrpura que nos
recuerda que toda transformación es posible y que la vida está siempre en
movimiento, nunca se detiene. Evocamos todos los momentos de grandes cambios
que a lo largo del tiempo hemos hecho, bendiciendo cada vez que nos hemos
entregado a ellos, pues solamente a través de estas transformaciones, hemos
llegado a ser quienes somos hoy. Nos sentimos bendecidos por la vida y
aprovechamos para bendecir nuestro hogar.
-
Sein inar vike dan, vereim onear
karei anar, saim eka saim eka – bendita mi casa quien me muestra ese hogar que supe crear con
mis propias manos, bendita seas, bendita seas.
Nos quedamos respirando ante el
fuego sagrado estas bendiciones…
(pausa)
Para nuestro deleite, sabemos que nos
encontramos en ese lugar al que sentimos nuestro hogar, éste es visitado o
compartido con otros miembros con quienes convivimos, ya sea como parte de la
familia o como vecinos. De repente, escuchamos que llaman a la puerta, llegan a
nuestra casa las personas que con un vínculo de alma, están conectadas a
nosotros. Ellas están compartiendo nuestro camino de vida y juntos aprendemos
los unos de los otros, cada cual con sus atributos y su personalidad. Sentimos
el profundo respeto que nos tenemos y como, gracias a nuestra peculiar forma de
caminar, hemos podido conjugar nuestras capacidades y sentir que formamos un
gran equipo, completo y dinámico, que se sustenta en un todo quántico, formando
una sinergia que es capaz de proyectar el valor de la unidad.
Nuestra casa se llena de almas, de
esas almas que nos mueven nuestra gran alma, sentimos la alegría por esta
visita, pues nuestra casa se llena de dicha y nuestro corazón se siente pleno,
honrado y bendecido por la vida.
Entre todos preparamos comida para
sentarnos juntos en la mesa, sentimos profundamente a quienes nos acompañan,
nos hacemos conscientes de las personas con quien sentimos estos lazos de
unión. Aprovechamos para compartir con ellos la alegría por todo lo que nos da
la vida y bendecimos este sagrado momento de unión con todos ellos, pues ellos
son nuestra familia.
-
Ikai, eka anai, verim, parein ela
sorior, un edai paladur dan, vereim anur pure un, saim eka saim eka – venid, entrad, compartid y
gozad, tanto como lo hago yo, en esta mi casa que también es de vos. Benditos
seáis, benditos seáis.
(pausa)
Siento la abundancia de la vida,
fluyendo por todo mi ser, no hay nada que pueda hacerme creer que si no soy
exigente no voy a ser nadie, ni si no soy importante, no voy a ser nadie, no
existen expectativas, solamente fluidez con los ritmos de la vida, sabiendo
transformar cada instante en una mejor oportunidad. Siento la abundancia y la
riqueza por todas las personas que me rodean y de cómo cada una de ellas, hace
un papel vital en mi vida, ayudándome a crear ese hogar que puedo compartir con
todos. Es noche oscura. Abro la puerta de la casa y me dejo cubrir por el manto
estelado, la luz blanca de la luna llena me acompaña. Es de una belleza
indescriptible. Parece que me habla, que me invita a que nos encontremos. Me
señala un sendero, se trata de un estrecho camino serpenteante. Mi corazón se
siente dichoso, es el camino de la serpiente, recuerdo las historias que mis
ancestros explicaban sobre la cueva en la que se haya la huella de la mujer más
anciana. Camino hacia no sé qué destino. El camino da vueltas, adentrándose
cada vez más en el bosque. Siento a los grillos, hasta que de repente se
escucha un profundo aullido. Se trata de una loba, de pelaje blanco y largo, se
acerca, quiere acompañarme, le sonrío, y conforme ella aprieta a correr,
acelero mi paso y corro también. La loba y yo corremos por el bosque, por este
lugar en el que mi alma se siente libre para expresar todo lo que es. Mi
familia me sigue, escucho sus pasos, quieren compartir este estallido del alma.
Se acerca la manada de lobos, corremos todos, respirando la tierra bajo
nuestros pies. No existen peligros, sólo un bello camino por el que transitar y
sentirse bendecido.
-
Saim
eka, saim eka – bendito seas, bendito seas.
(pausa)
Está amaneciendo, el astro comienza
a inundarnos de su cálida energía. Le saludamos, lo bendecimos y sentimos como
este día que llega, será tal cual yo elija. Elijo vivirlo en plenitud y
alegría. Elijo compartir todo lo que me entrega la vida. Elijo elevar cada
átomo que me aleje de mi presente. Elijo vibrar alto y de frente, ante todo mi
ser, permitiéndome lo que a veces no me he permitido. Elijo darme permiso para
hacer aquello que da luz a mí ser. Elijo no apagarme ante el error y saber que
éste forma parte de todo aprendizaje. Elijo no darle fuerza a los obstáculos,
sino convertirlos en oportunidades. Elijo valorar mis logros. Bendecir mis
éxitos y mis fracasos, pues ahora sé que no existen, que era lo necesario para
madurar mi forma de sentir el camino.
Vivo lo que elijo, lo sé. Y me
honro por saber elegir lo mejor para mí.
-
Saim eka era dena nar, saim eka
akorei akena nar, saim eka perior akai eta sorior dan – yo bendigo esta sagrada tierra,
a la que acudí sin conocerla, hoy no puedo más que bendecir la oportunidad de
estar aquí.
Nos quedamos respirando el flujo de
la madre tierra y la luz del astro sol. Sentimos un abrazo profundo, como madre
y padre se funden en uno para penetrar en el hogar de nuestro corazón. Sentimos
sus bendiciones y abrazados a los lobos, mientras las revoltosas ardillas
juegan, cogemos el camino de vuelta. Paseamos por este camino, deleitándonos
con su paisaje, respirando profundamente…
(pausa)
Poco a poco, es el momento de
comenzar a tomar conciencia de nuestro
cuerpo…
Integrados en la nueva vibración y
conectados profundamente a Gaia, ya podemos de regresar, lentamente, a nuestro
ritmo…
Sentimos las extremidades…El tronco
y la cabeza…
Y
poco apoco vamos abriendo los ojos…
Bienvenidos
a la vida consciente y a la vida presente!!!
Texto y narración a cargo
de Núria Gómez y Karme Millán
TEMPLE INANNA