LA LUNA DEL LIBERTADOR

Resultado de imagen de luna llena y jaula

Meditación Facilitada por Temple Inanna – Escuela Cosmosóphica

Aula Alpha


Meditación de Luna Llena

LA LUNA DEL LIBERTADOR

Introducción
Bienvenidos a este nuevo encuentro, una reunión para fortalecer los lazos con Gaia y fluir en las energías planetarias, esta vez en esta activa Luna Llena que transita el signo de Aries, mientras el astro Sol se encuentra en el signo de Libra. Debido a la gran energía ariana y a su relación con el elemento fuego, estamos ante una fuerza que necesita desahogar todo su potencial y ponerse en marcha para dirigirse a su propósito, sin más tardanza. Ese flujo imparable de iniciativa, es gratamente dosificado por su opuesto, el diplomático Libra, cuya función crucial será aprender a encajar el poder ariano y no dejar que ello lo desestabilice.
En esta Luna Llena, nos encontramos ante una poderosa situación de convivencia, en la que será importante lidiar con nuestra personalidad, para que exprese la libertad del Ser y sus cualidades, sin que ello signifique precipitarse en un debacle que lo conduzca a una guerra interminable, de eso se encargará Libra, que nos dirá: Adelante, con precaución!!! A lo que Aries responderá: Vamos, sígueme, conozco el camino!!! y sin dar tiempo a más, se pondrá en marcha y Libra confiará en él.
Le hemos llamado la Luna del Libertador, por ser la energía que tiene la capacidad de romper con los límites y arriesgarse a ir más allá de lo conocido, ofreciéndonos la libertad de poder explorar el mundo y convertirnos en un abanderado de esa búsqueda que alguien tiene que iniciar.
Con la energía del guerrero y su fuerza de voluntad, vamos a por la libertad…

Bienvenidos a la Luna del Libertador!!!

(pausa)

Comenzamos…
Nos colocamos en nuestro espacio sagrado…
Cerramos los ojos…
Relajamos el cuerpo, comenzando por las extremidades, tronco y cabeza…
Respiramos profundamente… tomando conciencia del viaje interior que vamos a iniciar…
Nos conectamos con nuestro ritmo de respiración… y nos armonizamos con él… sintiendo como con cada inspiración el aire otoñal penetra en todas nuestras células…
Y con cada exhalación liberamos toda la energía estancada de nuestro cuerpo…
Nos tomamos nuestro tiempo, respirando rítmicamente…

(pequeña pausa)

El día ha sido difícil, después de mucho trabajo, no todo ha salido como deseábamos. Los esfuerzos no han sido en vano, aún así nos sentimos cansados, con ganas de tener un sueño reparador. Nuestro entorno nos limita con sus miedos, miedos que no son suficientes como para quedarnos quietos. En la chimenea arde un fuego hecho con leña recién cortada, que despide un aroma de resinas, que nos evoca los días de nuestra infancia. Recordamos a nuestro niño interior, a sus grandes dotes para la diversión, lo evocamos lleno de alegría, de ganas de vivir la vida, jugando con otros niños, siendo ese niño que creció en nuestro interior.
De repente una desazón nos invade, advertimos que hoy el niño no está tan alegre, se siente invadido por las responsabilidades y no sabe cómo recuperar aquella energía que lo hacía sentir saludable.
Ciertos problemas acuden a nuestra mente, la llama del fuego de la chimenea, se aviva igual que lo hace nuestra llama interna. Nos sentimos abrumados, enfadados y algo apagados. Sentimos preocupación, pero a un tiempo sabemos que tenemos las herramientas para no caer en esa lucha interior.
Nuestra solución ahora mismo, es despertar al guerrero interior, ese que sabemos que llevamos dentro y que cuando nos atrapan los impedimentos, él encuentra la solución.
Con las manos puestas en nuestro abdomen, nos permitimos sentir el torbellino de emociones. Contactamos con nuestra oscuridad, para poder sublimarla sin juzgar. Nos quedamos conectados, sabiendo que es necesario cruzar por la tormenta interior.

(pausa)

Es noche cerrada, el cielo está oculto por unas densas nubes, parece que va a estallar, se avecina tormenta. Observamos como de repente la estancia en la que nos encontramos se ilumina por la invasión de un potente destello que acto seguido ruge, emitiendo un trueno que provoca la huida de algunos animales asustados. Escuchamos relinchar los caballos, mientras una fuerte racha de rayos y truenos desencadena en una lluvia torrencial. Confiamos en que los animales salvajes encontrarán resguardo y sin dudarlo, comprobamos que nuestras mascotas y nuestros caballos, están bien.
El agua torrencial, está inundando la entrada. Intuimos que la noche será larga, pues aunque toda esa lluvia sea necesaria para los campos y para llenar los pozos, también puede acabar haciendo destrozos.
Hacía mucho que se esperaban lluvias, el largo verano y el calor estival habían hecho mella en los prados, huertos y jardines. Le damos la bienvenida a la lluvia, celebramos la tormenta y agradecemos que con ello todos nos podamos beneficiar.
Nos acercamos a un ventanal y nos quedamos observando la lluvia, mientras el cielo sigue iluminándose de relámpagos y gritando sin que nada ni nadie pueda pararlo.
Permanecemos serenos ante la tormenta, aún sabiendo que a su fin, tendremos trabajo.

(pausa)

Está amaneciendo y hace mucho frío, la humedad incrementa la sensación, nos abrigamos y calzados para poder caminar sobre los charcos, salimos al exterior. Nos dirigimos al río que se encuentra a unas decenas de metros del camino. Damos un paseo, mientras observamos como el agua se desliza por la superficie de las hojas y desde lo más alto, todavía caen gotas que van mojando lo más bajo. Algunas aves comienzan a salir y a revolotear por entre las ramas. Se escucha el piular de algún gorrión y como el sonido del descender del agua, nos confirma que el caudal del río ha aumentado considerablemente. Nos estamos acercando a la orilla, constatamos como el agua baja rápida, sorteando las rocas del camino, torneándose para que éstas no le impidan el paso. Observamos esa facilidad del agua para fluir en el camino, para no detenerse ante los obstáculos, para seguir su dirección. Escuchamos atentamente el mensaje del río, observamos como las piedras forman parte del cauce, pero nada más.
Evocamos los obstáculos que creemos que nos entorpecen el camino, los reconocemos, los proyectamos en esas rocas y haciendo este gesto, nos damos cuenta de que no son tan poderosos como para detenernos. Miramos el agua fluyendo, corriendo, deslizándose, adecuándose al cauce, sin impedimentos, proyectamos nuestras emociones en el afluente, y sentimos como lo estancado, coge ritmo, como las emociones se mimetizan con el elemento agua, y como desde ese poder, se desatascan y fluyen, sin controlar, sin desconfiar, sin siquiera saber donde acabarán.
Sentimos como somos el cauce del río a un tiempo su caudal.

(pausa)

Alguien grita nuestro nombre, nos giramos, buscamos entre los aledaños de la orilla en la que nos encontramos. No somos capaces de ver a nadie. Vuelven a llamarnos de forma insistente, un enorme tejón se cruza ante nosotros, nos mira y aprieta a correr en una dirección, parece que nos invita a seguirle, corremos tras él. Vamos paralelos al río, el fluir de las aguas está haciendo su efecto, sentimos la dirección del camino, sentimos la liberación. De repente el tejón llega a un puente, siquiera se lo piensa, no se detiene, nosotros tampoco. Cruzamos por el puente a la otra orilla. Es un puente muy antiguo, hecho de piedra, con un paso de adoquines que sostienen el rastro de millones de transeúntes. Sentimos la apertura de miras que nuestra mente está haciendo, para salir de la oscuridad en la que se había atascado. El puente nos lleva a algún lugar, lo sabemos, sabemos que estamos a un paso de conocer algo que desconocemos. Nos atrevemos, somos grandes guerreros, de los que se aventuran a descubrir lo que no puede saberse si no te arriesgas.
Otra vez alguien nos llama por nuestro nombre, por fin lo encontramos, damos con él, con nuestro niño interior. Nos mira de frente, nos sonríe, corre a nuestro encuentro. Nos agachamos, nos abrazamos, nos fundimos el uno en el otro, para sentir de nuevo, nuestra verdadera motivación.
Nos conectamos con la energía que clamaba a gritos regeneración, nos fusionamos cuerpo con cuerpo, dejando de ser dos, para unirnos de corazón.
Sentimos la fuerza del niño interior, su disposición, su clara intención, con él no hay más perturbaciones externas que nos encadenen o nos impidan ser quienes somos, o hacer lo que deseamos, o emprender lo que nos ilusiona. El niño interior nos da el equilibrio y la alegría. Y ese gran guerrero que llevamos dentro, se convierte en la antorcha que guía a quienes quieren vivir en libertad y alegría.
Unidos al niño interno, caminamos, mientras el tejón lo hace a nuestro lado.

(pausa)

De regreso a casa, nos sentimos preparados para dejar por escrito lo que hemos vivido, así, sin más cogemos papel y lápiz y escribimos un hermoso relato, que siempre será necesario recordar. El relato dice así:
Un buen día, tras elevarse el sol, percibí que Yo era todo lo posible. Ese día me asusté, tan asustado estaba que tuve que ponerme unos límites. Tomé un palo, caminé un trecho, hasta que me entró el pánico y consideré que aquel espacio era suficiente para vivir. Con el palo tracé un perímetro perfecto, exacto, era circular, sin obviar el centro, era mi forma de expresar, que yo solamente podía ocupar aquel trecho.
Me instalé cómodamente, me moví sin sobrepasar los límites. Construí mi casa, mi familia, trabajé duro, aprendí a convivir y haciéndolo supe que todo precisaba un límite. Así cada día, límite tras límite crecí, crecimos, avanzamos, nos sentimos seguros, si enfermábamos, nos curábamos, hasta que una grave enfermedad asoló nuestro pueblo. Nos sentimos desesperados, asustados, podíamos morir todos. Lloré, caminé desesperado hasta el límite que un día yo mismo marqué.

-         ¿Y si más allá de allí existiera algo que salvara mi pueblo? – me pregunté.

Organicé un equipo. Les hablé de mis inquietudes interiores, de mis propias limitaciones, y de que era desconocido para todos, lo que se hallaba más allá del perímetro de nuestro pueblo. Decidimos armarnos. Jugarnos la vida. Arriesgarnos. Salir en busca de lo que nos devolviera la vida. Muertos ya estábamos, pero sólo unos cuantos querían hacerlo.
Los más aterrados, gritaban que se tenían que asesinar a todos los enfermos, para que no hubieran más contagios, algo a lo que la mayoría se negó.
Otros tantos dijeron que lo mejor era ponerse en manos de Dios y que si teníamos que morir, lo hiciéramos todos juntos. Otros tantos, no hacían caso, no creían en la gravedad de la situación, preferían seguir viviendo ajenos a cualquier decisión, lo dejaron en manos de los que ganaran, sin cuestionarse si era lo correcto o no. Yo me sentía muy responsable.
Sabía que había sido yo que de acuerdo a mis miedos, había trazado con un palo los límites de mi mundo. Ahora tenía que romperlo, tenía que derribar lo que se había convertido en un muro y cruzar.
Un buen día, tras elevarse el sol, percibí que Yo era todo lo posible. Ese día, ya no me asusté, recordé cuando la primera vez, el miedo me encarceló en un círculo muy pequeño.
Tomé el palo y con todas mis fuerzas derrumbé la muralla que me mantenía preso.
Por vez primera, vi con mis propios ojos lo que se hallaba más allá de los límites. Lloré. Esta vez de amor. Libre. Busqué en el bosque un remedio para mi pueblo. Una anciana, quien me hizo saber que me estaba esperando, me entregó un brebaje. Se lo agradecí. Me sonrió y me dijo:

-         Ves, llévalo. Explícalo. Algunos te creerán y otros no. Pero sea como sea no te olvides que donde están hoy ellos, también estuviste tú. Dales tiempo.


Cogemos el texto y lo guardamos en nuestro hermoso baúl, ahí tenemos la respuesta a nuestra liberación, para ponerla en marcha cada vez que aparezca la limitación.
Volvemos a mirar por la ventana, el cielo está despejado de nubes, el sol brilla iluminando cada rincón. Respiramos profundamente el nuevo día y con alegría y esta dosis de sabiduría interior, nos quedamos relajados, sonriendo, animados y seguros del siguiente paso.

(pausa)

Poco a poco, es el momento de comenzar a  tomar conciencia de nuestro cuerpo…
Integrados en la nueva vibración y conectados profundamente a Gaia, ya podemos de regresar, lentamente, a nuestro ritmo…
Sentimos las extremidades…El tronco y la cabeza…
Y poco apoco vamos abriendo los ojos…
Bienvenidos a la vida consciente y a la vida presente!!!

Texto y narración a cargo de Núria Gómez y Karme Millán

TEMPLE INANNA
www.templeinanna.blogspot.com

 Nº Registro: 1710023662312