LA LUNA DE LA PLENITUD


Meditación de Luna Llena

LA LUNA DE LA PLENITUD

Introducción

Bienvenidos a este nuevo encuentro, una reunión para fortalecer los lazos con Gaia y fluir en las energías planetarias, esta vez en esta Luna que nos conecta con la poderosa Fuerza interior.
Nos encontramos en el mismo eje en el que se manifiesta el Festival Wesak que se celebra en el mes de mayo, en plena primavera, aunque que en este momento nos encontramos en pleno Otoño y los Signos están a la inversa con respecto a la Luna y al Sol de cómo se encontraban en Wesak. Mientras hoy el Sol se encuentra en la Constelación de Escorpio, la Luna está en la Constelación del Toro, en ese mitológico lugar celestial, en el que se encuentran Las Pléyades.
La fuerza y la naturaleza poderosa de Tauro, se presenta tal cual son sus cualidades, teniendo en cuenta que el planeta regente de Tauro es Venus, por lo que conectaremos con esa esencia propia de las energías venusianas. Toda esta conjugación de fuerzas, prevalecerán latentes para que el Sol en Escorpio, desvele aquello que nunca antes se desveló. Esta posición favorece que esto ocurra y que cualquier laberinto en el que estuviéramos atascados, se abra para tener la capacidad de ver una salida que nos conduzca a ese lugar con el que soñamos y que todavía no hemos podido manifestar. De Tauro emerge la raíz de los deseos, siendo Escorpio quien los encarnará. Esta capacidad será la que se convertirá en la precursora del desapego, pues el deseo ya no quedará oculto, al haberse desencadenado, podremos sentirnos liberados y por vez primera, sentir una poderosa fuerza que se habrá despertado, que gritará LO HE NECESITADO, LO HE ENCARNADO, LO HE VIVIDO Y DISFRUTADO, ME HE TRANSFORMADO, CONOZCO LA ABUNDANCIA.
Este proceso contiene la clave del camino que emprendemos para evolucionar, durante el cual, mientras caminamos y nos descubrimos, seremos los protagonistas de las infinitas transformaciones que realizamos, para que al llegar a destino, miremos el camino y nos maravillemos de la increíble andadura que nos ha conducido desde el principio hasta el final, enfrentándonos a quienes fuimos para saber quiénes somos. Entonces, mirándonos de frente, podremos amar pasado, futuro y presente.

Bienvenidos a la Luna de la Plenitud!!!

(pausa)



Comenzamos…
Nos colocamos en nuestro espacio sagrado…
Cerramos los ojos…
Relajamos el cuerpo, comenzando por las extremidades, tronco y cabeza…
Respiramos profundamente… tomando conciencia del viaje interior que vamos a iniciar…
Nos conectamos con nuestro ritmo de respiración… y nos armonizamos con él… sintiendo como con cada inspiración el aire otoñal penetra en todas nuestras células…
Y con cada exhalación liberamos toda la energía estancada de nuestro cuerpo…
Nos tomamos nuestro tiempo, respirando rítmicamente…

(pequeña pausa)

Visualizamos como un haz de poderosa luz penetra en la tierra descendiendo desde nuestro chakra corazón. El haz recorre todas las capas del interior, hasta que toca el mismo centro… es entonces cuando un flujo amoroso y maternal, asciende por todo nuestro cuerpo, provocando que nos sintamos abrazados y comunicados con la misma Madre Tierra…
Envueltos en este amoroso abrazo, continuamos respirando rítmicamente. Ahora nuestro latido se está armonizando con el latido del planeta…
Respiramos al tiempo que unimos nuestros corazones, convirtiéndolos en un único latido…
El flujo de la Madre Tierra nos envuelve, transportándonos a cualquier rincón de todos los que ella contiene… sentimos alcanzar una montaña, el rocío de la madrugada nos conecta con el olor de la tierra mojada…

(pausa)

Caminamos por un páramo singular, todo es diáfano, abierto y limpio, un cielo soleado nos acompaña. Estamos solos con nosotros mismos, sintiéndonos y sintiendo cada paso que damos, sobre esta tierra que nos sustenta, sintiendo el alimento que surge de ella. La vegetación se torna más espesa, atravesamos entre arbustos de bellos frutos y atractivas bayas, nos apetece probar alguno. Lo hacemos, nos saciamos con el fruto elegido, para seguir caminando. Agradecemos a la tierra y al árbol que podamos alimentarnos.
De repente, el terreno parece virar, si nos fijamos bien, podemos ver como bajo nuestros pies, aparecen lo que parecen unos escalones recubiertos de granito, pertenecientes a algo muy antiguo, que la tierra ha ido ocultando con el paso del tiempo. Subimos por los escalones de piedra remota, sin saber a dónde nos conduce. El acceso se hace cada vez más empinado, hacemos un esfuerzo y seguimos subiendo.
Al levantar el rostro, nos sorprendemos, estamos llegando a la entrada de lo que parece un gran templo. La curiosidad nos invade, entramos. Numerosas y gigantes columnas de piedra, crean un espacio enorme y amplio, tan grande que se podría ir a caballo. El suelo de antiguo mármol, está estropeado. Las columnas de elevados capiteles, soportan no sólo el paso del tiempo, sino también un hermoso techo, lleno de escenas dibujadas en él. Los pigmentos que daban color, están apagados, pese a ello se puede distinguir como los antiguos artistas que lo decoraron, quisieron transmitir las constelaciones del cielo, sobre un fondo azul intenso.
Nos quedamos observando y disfrutando de la sabiduría milenaria de nuestros ancestros, de cómo ellos, ya tenían inquietudes sobre lo que se hallaba en el cielo y como los artistas, se atrevieron a explicarlo, dibujando cada constelación tal que un toro, un león, un arquero o un aguador. Descubrimos en ese techo, multitud de estrellas, entre ellas nos llama la atención la misteriosa Osa Mayor.
Nos quedamos observando esta constelación y tal y como lo hacemos, vemos como el techo del templo se abre en ese punto dejando que la Osa Mayor aparezca, pero esta vez en el cielo que la acoge.
Sorprendidos por lo ocurrido, decidimos buscar otra fuerza que nos atraiga y constatar si este techo sostiene pura magia ancestral. Recorremos los exquisitos dibujos, cuando de repente nos encontramos con la Constelación del Toro. Del mismo modo sucede que al fijarnos, el techo se abre en ese punto y las Pléyades aparecen para saludarnos, con todo el amor que son capaces de entregarnos.

(pausa)
Las Pléyades nos han conectado con esa capacidad de amar que a veces olvidamos. Sentimos su abrazo, su sinergia, su halo que bienestar, dejándonos atrapar por su vibración, comprobando como su calidez nos hace sentir como en casa, pues allí se encuentra la bella Alcyone.
Mientras recorremos de nuevo con la mirada el techo del templo, nos damos cuenta que las constelaciones están encerradas en un rueda gigante que es soportada por cuatro mujeres hathorizadas. Nos quedamos mirando a una de ellas, como si quisiéramos conocerla y tal y como proyectamos esa idea, una voz femenina, nos llama por nuestro nombre de alma, se trata de una mujer enigmática que nos hace saber que es una Hathor. Nos emociona saber que la Hathor quiere decirnos algo, pues ellas son quienes se han dedicado a amar y a creer en cada uno de nosotros. La mujer corona en su cabeza los cuernos de la madre nutridora, sobre los que descansa el disco solar que representa a Alcyone. Le tendemos nuestra mano y confiamos en su inmenso halo de sabiduría y eternidad. Caminamos por ese templo y mientras lo hacemos, sentimos como cruzamos la barrera del tiempo, pues de repente el suelo que pisamos ya no está estropeado, es de mármol reluciente y blanco, que hace de espejo a las constelaciones plasmadas en el techo. Ahora si miramos el suelo del templo, podemos ver reflejado el cielo.
Nos emocionamos, esta vivencia nos da la certeza de que el Cielo habita en la Tierra. Sentimos la plenitud con la que nos comunica este sentimiento. Los antiguos lo sabían, ellos no tenían dudas de que todo lo que en el Cielo habita, también lo hace en nuestro planeta y así nos lo quisieron transmitir.
Nos quedamos paseando por ese templo renovado de luz, arcaico y presente, tal que si fuéramos nosotros mismos, quienes estuvimos allí decorando ese techo, de la mano de artesanos venidos del planeta Venus.

(pausa)

Hathor nos indica que la sigamos. Cruzamos la sala principal, para adentrarnos por un hueco en el que aparecen unas escaleras que desciende, a no se sabe qué lugar. Bajamos tras ellas, cruzamos por un largo pasillo, hasta que llegamos a una entrada aún si cabe más estrecha. Ella sigue caminando, cuando se gira, nos mira y nos pide que decidamos si queremos entrar con ella a ese lugar oscuro por el que sólo cabe uno. Decidimos que estamos preparados y que si hemos llegado hasta allí, ahora nada va a pararnos. Asentimos. La Hathor nos pide que antes de cruzar el dintel, abandonemos todas las cargas que pudiéramos llevar, pues para entrar se tiene que hacer libre de todo lo que pertenece al mundo terrenal. Nos informa que es un acto de desapego y que decidamos lo que decidamos, estará bien. Sentimos la fuerza de nuestros deseos, el poder de nuestras supuestas necesidades, la piel que está acostumbrada al confort que nos atrapa y lentamente, en un acto consciente, vamos dejando cada carga. Soltamos lastre, cuerdas y amarres, pactos, compromisos y juramentos que perturban nuestra vida. Lo dejamos todo. Desnudos, sin nada que nos condicione, decidimos avanzar, entrar por ese pasillo angosto, oscuro, por el que sólo cabe uno, sin saber a dónde nos conducirá.
La mujer nos sonríe, sabe que tenemos la capacidad, que si hemos llegado hasta ahí es porque es el instante de resonar con el origen de nuestra verdad.
Penetramos en el pasillo negro, no podemos ver nada, no sabemos cuan largo es, no tenemos idea de cuándo se acaba. Lo cruzamos, sintiendo nuestra piel tocando la pared.

(pausa)

Unas hermosas voces nos reciben. Lentamente sentimos como la luz penetra por todos los rincones. Hemos cruzado el pasillo que nos conduce al origen de nuestra esencia. Hemos llegado. Nos encontramos en el mismo Sol Central de la Galaxia. Escuchamos los cánticos. Sentimos nuestro corazón en paz, aliviado, poderoso, enamorado, pleno…
El trayecto no ha sido fácil, pero ahí estamos de nuevo. Podemos ver a otros compañeros, libres todos nosotros de necesidades y apegos. Ahora conocemos este estado superlativo para nuestra alma, y cuando regresemos, será nuestra responsabilidad mantenerlo.
Reunidos alrededor de un cristal gigante de cuarzo diamantino, oramos:

Tú que habitas en el Cielo,
en la mayor cumbre que llevo dentro,
tú que sabes todo de mí,
todo lo que no sabe nadie.
Tú que me dices,
que siempre estás ahí.
En mi Hogar,
en todo lo que soy,
en mi magia y en mi corazón.
Oh! Señora, que hoy también sepas
que mi amor es tu amor
y que sin ello,
no soy yo.


 (pausa)

Ahora conocemos el camino para acceder desnudos al origen de nuestra conciencia, allí donde podemos hacer un reset y liberar todo lo que nos oculta el corazón. Regresamos por donde hemos venido, llevando con nosotros todo ese caudal de amor, sin perder la conexión con la Hathor y el Templo que nos ha llevado hasta ese rincón en la galaxia, del que partió un buen día nuestra alma.
Pasamos por el estrecho pasillo de la iniciación, hasta llegar a la extensa columnata. Nos sorprendemos, muchas cosas han cambiado. El templo no tiene ningún techo pintado, ahora el techo es el mismo cielo. Parece un mirador. Nos quedamos admirando cada estrella, cada planeta y cada constelación. Disfrutamos de saber que El Cielo en la Tierra es real, que lo hemos podido comprobar por nosotros mismos y que aquello que nuestros ancestros nos querían enseñar, se ha convertido en realidad, porque lo hemos vivido.
Aprovechamos para dar las gracias a todos los seres que habitaron antes que nosotros lo hiciéramos en este planeta. Los restos arqueológicos son los libros que tienen sus huellas. Nos acercamos a las columnas, las tocamos con nuestras manos y conforme conectamos con el sentido del tacto, percibimos como se acelera el tiempo y regresamos a nuestro actual presente. El templo vuelve a estar en ruinas, pero son únicamente ruinas causadas por el paso de los años, la sabiduría queda íntegra e intacta en este enclave tan especial, al que podremos acudir cuantas veces queramos.
Buscamos las escaleras de regreso. Descendemos desde lo más elevado del Cielo, hasta la tierra en la que cada día crecemos.
Regresamos, mientras escuchamos las voces de las Hathors…

(pausa)


Poco a poco, es el momento de comenzar a  tomar conciencia de nuestro cuerpo…
Integrados en la nueva vibración y conectados profundamente a Gaia, ya podemos de regresar, lentamente, a nuestro ritmo…
Sentimos las extremidades…El tronco y la cabeza…
Y poco apoco vamos abriendo los ojos…
Bienvenidos a la vida consciente y a la vida presente!!!


Texto y narración a cargo de Núria Gómez y Karme Millán

  
TEMPLE INANNA
www.templeinanna.blogspot.com

 Nº Registro: 1711034728707