Meditación
de Luna Llena
LA LUNA DE LA MADRE
Introducción
Bienvenidos a este nuevo encuentro,
una reunión para fortalecer los lazos con Gaia y fluir en las energías
planetarias, esta vez en esta primera Luna de Yule, la que se conoce como la
Luna de la Madre, en esta acogedora y receptiva Luna vamos a poder retomar la
memoria celular, que nos va a devolver imágenes de nuestro crecimiento en el
seno materno y de nuestro posterior nacimiento. Vamos a recordar la cálida
acogida, el recibimiento y la bienvenida a este mundo material,
independientemente de cómo se haya producido en la realidad, vamos a poder
reconstruir los lazos con la madre esencial y sentir que nuestra entrada en
este mundo fue excepcional, plena de amor y gratitud, plena de todo aquello que
un neonato precisa sentir, para conectar con la seguridad del nuevo hogar al
que acaba de llegar.
Es posible que no sea así de
idílica la entrada en este mundo para todos nosotros, pero si es posible
revertir el recuerdo y reconstruirlo, desde la capacidad y la conciencia
actual. Así si aún no tenemos hijos podremos advertir lo sagrado de dar vida a
un ser y si los tenemos, podremos revivir cada momento de nuevo, no importa que
seamos hombre o mujer, el instinto maternal habita en todo ser humano y no
existe hoy humano que no haya nacido de un útero materno, eso lo compartimos
todos. Durante esta Luna Llena de la Maternidad, del saber lo que es amar, de
entregar tu cuerpo a la creación de más vida, podremos sentirnos acogidos en
esta dimensión, así como parte integrante de otros muchos planos de conciencia,
esos en los que el propio bebé sentía habitar durante la gestación y en el
tiempo anterior a su concepción.
Para ser madre no es necesario
concebir, gestar y parir, se puede ser madre por esencia, madre por adopción,
madre por acogimiento y madre porque es lo mejor que uno sabe hacer. La
relación madre e hijo o hija, siempre está vinculada a la relación madre –
padre, ello es indisoluble, de ahí que la presencia paternal sea indiscutible y
esencial, para que la trinidad formada por los progenitores y el hijo, sea armónica,
amorosa y diáfana, clara de luz y con el esplendor necesario para sentir el
vínculo familiar. Los hijos que nacen del amor y el placer son hijos sanos, los
que nacen del apego y la posesión, son hijos que siguen acarreando las cargas
de los padres e incluso abuelos y bisabuelos. Aprovechemos este momento para
reconstruir cualquier distorsión, dotemos a nuestro nacimiento de todo el amor
que podamos hoy entregar a aquel espacio-tiempo y permitámonos reconquistar con
nuevos fundamentos, el mundo material, esto no sólo nos hará más serenos, sino
también más ricos.
Bienvenidos a la Luna de la Madre,
bienvenidos a nuestro renacimiento!!!
(pausa)
Comenzamos…
Nos colocamos en nuestro espacio
sagrado…
Cerramos los ojos…
Relajamos el cuerpo, comenzando por
las extremidades, tronco y cabeza…
Respiramos profundamente… tomando
conciencia del viaje interior que vamos a iniciar…
Nos conectamos con nuestro ritmo de
respiración… y nos armonizamos con él… sintiendo como con cada inspiración el
aire penetra en todas nuestras células…
Y con cada exhalación liberamos
toda la energía estancada de nuestro cuerpo…
Nos tomamos nuestro tiempo,
respirando rítmicamente…
(pequeña pausa)
Nos sentimos conciencia, pura energía
y fuerza, sentimos un vaivén vibracional que nos conmueve y también nos provoca
calma y paz. Sentimos el presente absoluto, ese espacio en el que habita
nuestra gran alma, ese espacio íntimo, único e individual, donde estamos a
solas con nosotros mismos, en sintonía con nuestro Ser. Nos permitimos sentir
ese instante que nos aporta algo vital, la conexión profunda de nuestra alma
con el espíritu. Respiramos pura conciencia, pura energía, pura vida latiendo,
sin más.
(pequeña pausa)
El vaivén vibracional se acelera,
nos parece captar una intensa luz, sentimos como nos atrae acudir a su
encuentro, sentimos pura vida latiendo. Nuestra alma desea encarnar, desea
regresar a la vida material, está preparada para ello, para habitar en el plano
terrenal. Sentimos como el vaivén se convierte en un ritmo constante, que nos
acerca más y más a esa intención, a ese impulso hacia lo exterior. Sentimos
salir de nosotros mismos, como si una fuerza mayor irrefrenable nos empujara en
una única dirección, advertimos que es la voluntad de nuestro espíritu y por
ello nos sentimos seguros, aliviados, motivados, llenos de amor por el
movimiento y la acción que ha surgido de nuestro interior.
Nos alineamos con el latido, con
ese ritmo constante, con esa vibración…
(pequeña pausa)
Sentimos haber alcanzado la luz, se
trata de una luz brillante, suave, acogedora, una luz que emite música, que
tararea una canción de cuna, que sabe cómo llamar nuestra atención. Se trata de
nuestra madre terrenal, la observamos, distinguimos su propio latido y como ese
ritmo se sintoniza con el nuestro y a su vez con el que emana del propio
planeta, de la misma madre tierra. Ambas madres se confunden en una, ambas
cantan la canción de cuna más bella que jamás hayamos escuchado. Ambas sienten
amor verdadero y desde ese punto de encuentro, nos llaman. Penetramos en la
cálida luz, nos dejamos acunar por la melodía que surge de su Ser. Sentimos el
flujo de conciencia, de amor y de vida que se está creando y sentimos como
somos partícipes de él.
(pequeña pausa)
Todo está preparado para el mismo
instante de nuestra concepción. Acunados en el aura de nuestra madre, nos
sentimos preparados para cruzar a otra dimensión, sentimos como una nueva luz
nos rodea, nos hace vibrar de placer, nos conecta con la más hermosa fuente de
vida que podamos imaginar, sentimos el vibrar de los átomos y como la pasión se
desencadena, como el amor entre nuestros progenitores se expresa, no sólo en
cuerpo sino también en alma, para que también yo lo sienta. Es la forma que
ellos tienen de decirme que me quieren y que quieren conocerme, que quieren que
llegue a su mundo y tome cuerpo, para que ambos puedan abrazarme, amarme,
gozarme. Siento tan poderoso su amor, que no tengo otra intención que encarnar
unido a ese único corazón. Yo también los amo, los necesito, los siento. Una
vibración que nos desborda a todos los sentidos me hace saber que el instante
de la concepción ha llegado. De repente algo se acelera tan rápido que me
parece perder el sentido, incluso experimento un vacio, un espacio en el que no
puedo decir qué ha ocurrido. En cambio me siento más lleno y amado que nunca.
Siento ser uno con mis padres, siento el vínculo que nos une, siento el latido
de un corazón que toma vida. Es el mío.
(pausa)
Estoy sumergido, en un océano silencioso
de luz y sonido. Siento el vaivén de las olas, me siento pez. Si quiero puedo
chapotear, puedo saltar y bucear, puedo ser delfín y en manada cruzar de punta
a punta todo ese mar. Buceo y salto como un delfín, mientras conecto con los
reinos de este planeta que me acoge en su seno. Sin darme cuenta las olas me
han llevado hasta la orilla, por primera vez veo tierra firme, decido salir del
agua, tengo patas de tortuga, a ras de suelo me dirijo al interior de esa
tierra en la que he aparecido, camino y conforme más pasos doy, más siento
elevarme del suelo, para ahora ser un hermoso felino, me siento poderoso y
atractivo, me siento que puedo trepar los árboles del camino, lo hago y al
hacerlo me siento pájaro. Emprendo el vuelo, surco el cielo, oteo el paisaje
desde lo más alto. Siento mi alma volar libre, siento el alimento que esta
tierra en la que estoy creando cuerpo me puede dar. Siento puro agradecimiento.
Me siento afortunado por haber llegado y tener la oportunidad de encarnar. Tomo
consciencia de la belleza del mundo terrenal, de la fortuna de saberse acogido
por la madre naturaleza. Siento la conexión con los árboles, con los ríos y los
manantiales, siento la conexión con todo lo que existe, me lleno de gozo y
desde este sentimiento, agradezco.
(pausa)
Siento mi cuerpo completo, siento
que ha llegado el momento de salir del útero materno, de sentir a mi madre y a
mi padre, de mirarles a los ojos y sonreírles. Estoy preparado. Estoy dispuesto
a emprender una vida en este cuerpo. Estoy deseando tocar con mis manos, oler a
mi madre, saborear el primer alimento, escuchar su tierna voz. Tengo dispuestos
todos mis sentidos, siento el deseo de crecer en esta tierra que me acoge y que
me va a dar nombre. Aquí por donde caminaré, experimentaré, reiré y lloraré,
pero a la que nunca jamás rechazaré, por más impedimentos que la experiencia me
pueda traer, pues soy consciente de que llego a una escuela, una preciosa
escuela de la vida, en la que tengo mucho que aprender.
(pequeña pausa)
Un torbellino de energía me atrapa,
es como si el mar se hubiera agitado y las olas de nuevo me arrastraran hasta
la orilla, no veo nada, dejo que los impulsos me conduzcan hasta la salida.
Siento la fuerza de una poderosa energía, escucho a mi madre respirar, siento
como mi cuerpo se quiere separar del suyo, ha llegado el momento, no hay marcha
atrás. Me siento cruzar un túnel estrecho y oscuro, siento entrar en un caos
que no sé cuánto va a durar. Confío en la vida, confía en la naturaleza, en los
recursos, confío y permito que la vida actúe, no opongo resistencia. De repente
escucho la voz de él, de mi padre, siento muy poderosa su presencia. La está
acompañando. Ellos están juntos, me esperan. Siento un último impulso y salgo.
Salgo, estoy fuera, mi madre acuclillada me recoge en sus brazos. Llora. Lloro.
Nos miramos a los ojos, nos reconocemos. Veo el rostro de mi padre, él también
llora. Lloro. Nos reconocemos. Me siento acunado. Siento la voz, el olor, el
tacto. Sonrío. Sonreímos. Nos quedamos sintiendo este intenso momento de puras
almas latiendo al unísono.
(pausa)
Mi padre se ha encargado de cortar
el cordón umbilical. Aunque me he separado definitivamente del cuerpo de mi
madre, me siento más unido que nunca a su corazón. Lo mismo me ocurre con mi
padre. Me entrego a este sagrado momento de profunda conexión. Es como si se
detuviera el tiempo, como si solamente hubiera espacio para que fluya el amor.
Me siento succionando la leche del pecho y como un verdadero arrullo me
envuelve y protege. Siento el más grande agradecimiento. Me siento amado,
feliz, eterno. El recibimiento en este mundo ha sido espléndido. Ahora sé que
es mi responsabilidad tomar las riendas de mi vida conforme voy creciendo y que
es mi misión ir más allá del nido familiar, sin jamás perder ni dejar de
agradecer la oportunidad que tengo. Es mi obligación ser feliz y compartir lo
que tengo para dar, sin por ello dejar de recibir. Es mi responsabilidad
levantarme cuando me caiga y volver a comenzar, tantas veces como sean
necesarias, sin abandonar. Estoy aquí para aprender eso y mucho más. Estoy aquí
para experimentar. Sé que no todo lo que me ocurra me gustará, pero al final el
tiempo hablará y me explicará todo lo que aprendí, mostrándome un espejo en el
que me podré reflejar y entonces saber mucho más de mí y de cómo me construí,
gracias a los problemas, sucesos, imprevistos, impedimentos… gracias a lo que
supe superar. Con conciencia de todo ello, me entrego y acepto al plan que
estoy por ejecutar.
(pausa)
Desde este presente, observo la
hermosa escena que protagonizo con mis padres. Me acerco a ellos y desde mi
adultez les agradezco todo lo que juntos los tres hemos vivido. Les explico que
soy quien soy gracias a ellos y a las experiencias vividas. Nuestra madre nos
entrega el bebé. Nos da al niño, a nosotros mismos para que lo acunemos en
nuestro seno y sintamos lo que ella también siente cuando nos tiene en nuestros
brazos. Lo hacemos. Nos cogemos. Nos mecemos. Nos cantamos al oído. Nos decimos
las grandes cosas que viviremos y aquellas dificultades por las que pasaremos.
Nos mostramos a nosotros mismos como nos hemos creado a lo largo del tiempo.
Deseamos que ese niño pequeño crezca con seguridad, sabiéndose amado por sus
padres y por nosotros mismos. Nos quedamos con el bebé en los brazos, mirándonos
a los ojos, atravesando la línea de tiempo que nos separa, uniéndonos en los
recuerdos, pues él estuvo siempre con nosotros desde el principio, hemos
crecido juntos, sabe todo de nosotros, es el más antiguo ser que habita en
nosotros. Nos quedamos sonriéndonos. Sintiéndonos. Amándonos.
(pausa)
Es el momento de regresar, sin
abandonar la conexión con nuestro niño interior y tras haber realizado este
hermoso renacimiento, comenzamos a tomar conciencia de nuestro cuerpo.
Mantenemos la sonrisa del agradecimiento, mientras la música nos acompaña para
tomar consciencia de nuestra actual cuerpo.
Poco a poco, regresamos, integrados
en la nueva vibración y conectados profundamente a Gaia, lentamente, a nuestro
ritmo…
Sentimos las extremidades…El tronco
y la cabeza…
Y
poco apoco vamos abriendo los ojos…
Bienvenidos
a la vida consciente y a la vida presente!!!
Texto y narración a cargo
de Núria Gómez y Karme Millán
TEMPLE INANNA